Nalleli fue prematura, creció bajo el cuidado de sus padres en un pequeño pueblo en México. Años más tarde, ella dio a luz a un bebé prematuro, que tuvo todos los lujos de la tecnología de nuestros días.

La bebé llegó repentina y prematuramente. El médico de su recóndito pueblo en México al ver tan frágil a la pequeña Nalleli Pérez, dijo que no sobreviviría.

Su padre pensó lo contrario. Desconsolado pero decidido, regreso a casa con su hija del consultorio médico. Le hizo una camita con una caja de zapatos. Le calentó con botellas de agua y lámparas de calor para pollos.

No podía ser amamantada ni con biberón, entonces su padre utilizó una jeringa para darle leche materna y agua de arroz a gotas por su boca.

La mamá de Nalleli oraba. Le dijo a Jesús que no era hora de llevarse a su hija. «Tú me la diste—tienes que estar con nosotros» oraba.

Fue un gran logro. Nos conocían como la familia prematura.

Nalleli Perez Lopez

Veinte años después, repitió la misma plegaria. Esta vez, por su nieto.

Nalleli, la neonata que pesó menos de un kilo sobrevivió y se desarrolló ahora se convirtió en madre de un varoncito—Izak Guadalupe Saldaña Pérez.

Al igual que su madre, Izak llegó meses antes pesando casi el kilo. Pero a diferencia de su madre, él tuvo a su disposición todos los recursos de la altamente especializada unidad neonatal de cuidados intensivos en Spectrum Health Helen DeVos Children’s Hospital. 

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Cómo prevenir partos prematuros

Tener un parto prematuro aumenta el riesgo de que la madre vuelva a dar a luz de manera prematura durante el próximo embarazo.

No obstante, hay consejos que las mujeres pueden seguir para reducir el riesgo, según la Dra. Viviana Romero, especialista en medicina materno-fetal del Grupo Médico en Spectrum Health.   Ella recomienda que los padres consulten con el obstetra y especialista  en medicina materno-fetal para mejorar las posibilidades de que el próximo bebé nazca saludable y a término completo.

Si la mujer ha dado a luz de manera prematura antes, debería consultar a su médico antes de un nuevo embarazo—y planificar un intervalo de tiempo necesario entre los embarazos. Generalmente la recomendación médica indica esperar entre 18 y 24 meses.

Las investigaciones muestran que, embarazarse antes de los 18 meses de haber dado a luz, incrementa el riesgo de tener un parto prematuro o un bebé muy pequeñito.

Además, si la mujer corre el riesgo de dar a luz de manera prematura, los médicos evaluaran la longitud cervical debido a que, entre más pequeña sea ésta, se convierte en un importante indicador del parto prematuro. Si la mujer corre el riesgo de dar a luz a un bebé prematuro, podrían recetarle progesterona.

«Eso parece beneficiar a personas con antecedentes de partos prematuros» indicó.

La Dra. Romero atiende a pacientes que se preguntan sí corren el riesgo de dar a luz un bebé prematuro cuando la madre de la paciente ha tenido un bebé prematuro. Sin embargo, las investigaciones no han encontrado ningún vínculo genético que se transmita de madre a hija.

«De aquí a veinte años, tal vez sepamos más sobre el proceso total de los partos prematuros» añadió. «A la fecha no tenemos un gen que nos diga, que si la paciente tiene una mutación, esta predispuesta a dar a luz en forma prematura.»

Debido a que son muchas las variables involucradas en un parto prematuro, la Dra. Romero indica que es indispensable atención médica prenatal—y pregestacional.

«En realidad no sabemos las causas del parto prematuro» añade. «La trayectoria que provoca el parto prematuro en una persona podría ser diferente en otra.»

Maravillado por la atención disponible, el padre de Nalleli le aseguró a su hija, que su hijo se recuperaría.

«Son dos milagros en la familia dijo.»

A pesar de las diferencias entre la atención prenatal a Izak y a Nalleli, existían similitudes importantes en sus primeros días de vida: Amor y cuidados.

«Algunas tecnologías han cambiado a pasos agigantados» dijo Krista Haines, la Dra., neonatóloga que atendió a Izak en la unidad neonatal de cuidados intensivos. «Pero algunos de los conceptos básicos para cuidar a los bebés prematuros—como el cuidado de piel a piel o método de la madre canguro—no han cambiado.»

Del sufrimiento a la paz

El nacimiento de su nieto Izak trajo recuerdos que callaban Gracie y Pedro Pérez hace mucho. Veintiocho años atrás vivían en las montañas de occidente en México con su hijo de dos años.

Un día, Pedro, charro y veterinario, llegó a casa de la charreada exhausto. Gracie tenía veintiocho semanas de embarazo y le dijo que sentía algo extraño en su vientre.

Se recostó en la cama. Y sin dolor ni señal, Nalleli comenzó a nacer. Al grito de Gracie, Pedro se apresuró a la habitación. Él desenredó el cordón umbilical del cuello de la bebé que vino al mundo.

No tenían dinero para ir a un “hospital de verdad” explicó Gracie. En lugar de ello, Pedro tomó a la bebé al consultorio médico del pueblo que contaba con una o dos salas, que servían como el pequeño hospital del lugar.

Al poco tiempo después, él regresó a casa, con la neonata acurrucada entre sus brazos. Gracie rompió en llanto. Sabía lo que significaba. El médico dijo que la bebé moriría.

«No» le dijo Pedro. «Eso no va a suceder.»

Él ya había atendido a muchos animales recién nacidos y aplicaría sus conocimientos para ayudar a su hija.

Además de alimento y calidez, él se cercioró de que Nalleli estuviese con su madre piel a piel. Recostaba a la bebé en el regazo de su madre y cubría a ambas con una cobija. Ya había visto cómo las terneras recién nacidas y los potrillos se beneficiaban de la cercanía con sus madres.

«En tanto que la madre esté más cerca de sus crías es mucho mejor y más cálido» dijo. «No padecen tanto estrés. El bebé se siente protegido y les hace sentirse mejor.»

Gracie oraba y mantenía una conversación constante con su hija recién nacida.

«A cada momento le decía, te necesito en mi vida. Te necesito aquí» Nalleli comió bien y creció establemente. Sus padres se regocijaron. Y todos en el pueblecito lo notaron.

«Fue un gran logro» añadió Nalleli. «Nos conocían como la familia prematura.»

Cuando la Dra. Haines se enteró de la historia de Nalleli quedó maravillada con la forma en que su padre la atendió. «Me impresiona que haya empleado ciertos aspectos de sus conocimientos en medicina veterinaria para atender a su hija prematura» comentó.

Izak llegó temprano

Cuando Nalleli tenía ocho meses, la familia se mudó a Chicago. Después a Fenville en West Michigan donde actuaban con una compañía de danza mexicana, Los Gallos de Oro.

Ahí hay ángeles cuidando bebés.

Gracie Perez

Nalleli creció y tuvo una hija, Xiomara, ahora de 7 años.

El verano pasado, Nalleli y su esposo, Antonio Saldaña, se enteraron de que estaban esperando a un varoncito.

Izak vino al mundo quince semanas prematuras, el 18 de octubre de 2015.

Él pasó sus primeros días en la unidad para bebés pequeños, un área de la unidad neonatal para cuidados intensivos en Helen DeVos Children’s Hospital que brinda atención especializada a neonatos con menos de veintisiete semanas de gestación.

Mientras luchaba por su vida, haciéndole frente a enfermedad pulmonar e infecciones, Izak requería todas las ventajas que la tecnología pudiera ofrecerle. Indicó la Dra. Haines. Al principio se le administró oxigeno por medio de un respirador. Al tiempo que sus pulmones se desarrollaron, se le trató con presión positiva continua en las vías respiratorias, (PPCVR).

También en su alimentación mostró progreso—haciendo la transición de la sonda de alimentación al biberón. Al igual que su madre, Izak se benefició de los vastos cuidados de piel a piel que le brindaron sus padres.

Al visitar a su nieto en el hospital, Gracie dijo que encontraba que la tecnología era «impresionante.» Pero estaba igualmente impresionada con la especialización de los doctores, el equipo de enfermería y demás personal médico, que brindaron el apoyo que ni ella ni su esposo pudieron haberse imaginado cuando cuidaron de Nalleli durante sus primeros días.

«Ahí hay ángeles cuidando bebés» dijo.

Camino a casa

Una mañana fría de un día de enero, dos días antes de la fecha prevista para su parto, Izak ya estaba listo para ir a casa. Ya le tocaba pasar su primera noche en su propia cuna, en casa con mamá, papá y su hermana mayor.

Finalmente nos podemos ir a casa a sabiendas de que tenemos un bebé saludable.

Antonio Saldana

El pequeño con cabello negro de ojos color de miel profundo y casi tres kilos de peso tenía tres meses de edad entonces.

Nalleli le cantaba en español mientras esperaba por la documentación final. Izak dormía en brazos de su padre. «Me siento bien» dijo Antonio. «Finalmente nos podemos ir a casa a sabiendas de que tenemos un bebé saludable.» « Mi bebé es un milagro» dijo Nalleli.

Ella espera algún día poder brindar el apoyo y la educación a otros padres con sus hijos que nacen prematuramente, en particular a madres y padres de origen latino. Después de todo, ella ha aprendido a través del reto médico de su hijo; quiere ayudar a otras personas a navegar esos primeros—y difíciles—días.

«Dios nos provee los retos  (y recursos) para ayudar a otra gente» indicó.

La enfermera Jennifer LaFlure pasó por la cuna de Izak para despedirse.

«Me encanta cuando les toca irse a casa antes de la fecha prevista para su parto» dijo. «Es motivo de gran celebración para estos pequeñines.» Fue una grata recompensa  para la Dra. Haines ver el progreso de Izak.

«Fue maravilloso ver a Izak crecer y desarrollarse tan bien» indicó.

De cara al futuro

Es un día caluroso de primavera en Fenville, cuatro meses más tarde. Antonio y Nalleli salen de casa con su hijo. Las gafas de sol protegen a Izak del brillante día—y como por si fuera poco, le hacen ver aún más tierno. Explora con los ojos totalmente abiertos las nuevas hojas que brotan de los árboles y la brisa que mueve el césped.

Antonio lo levanta por encima de las rejas en la puerta del establo para acaso una mirada de dos minutos a los caballos.

«Es un chico muy tranquilo» dice Antonio.

A sus siete meses, Izak puede pararse—tomar a mamá y papá por los dedos. Le encantan las papas majadas y las zanahorias. Tiene una sonrisa que derrite corazones.

Pese a que aún necesita oxigeno por las noches, él se ha convertido en un niño sano y cachetón de siete kilos. Su progreso tiene a sus padres muy optimistas y con la mirada hacia el futuro—cuando pueda bailar, jugar básquetbol o andar a caballo.

Y por ahora, celebran lo lejos que ha llegado.

«Ya estamos pensando en hacerle su primera fiesta de cumpleaños.» dijo Nalleli.

Para obtener más información sobre los servicios para bebés prematuros en Spectrum Health Helen DeVos Children’s Hospital vea el video sobre  la unidad para bebés pequeños, en el área de cuidados intensivos para neonatos, una de pocas en el país.