Muchas lunas atrás, Raúl Mariscal inició su carrera como agro-biólogo para la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México.

Años más tarde, la desregulación económica y el constante cambio del peso contra el dólar provocaron despidos masivos en las dependencias de gobierno a mediados de los ochentas, incluyendo a Raul.

“Primero abrí una refaccionaria y después fui a trabajar al negocio de la familia que era de auto transportes” comentó. La mayoría de los inmigrantes mexicanos que vivimos al sur de la frontera durante la implementación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica recordamos aquellos días como una época de relativa estabilidad y crecimiento económicos. Las cosas parecían ir tan bien, que en su momento, Raúl decidió lanzarse a lo grande y abrió una empresa distribuidora de llantas que en su momento tuvo hasta 21 empleados.

Nadie sabía lo que les deparaba el destino a los habitantes de la nación azteca. La catástrofe económica terminó con el sueño de Raul dejándolo en bancarrota y en 1992 llego a Miami a buscar fortuna, tal como lo hizo Andrew, el huracán más destructible en la historia de los Estados Unidos.

La Clave 616

“Eran momentos espantosos” Recordó. En aquellos días las telecomunicaciones estaban en pañales. Los teléfonos celulares eran sólo para los ricos y lo que hoy conocemos como Internet era meramente una herramienta de uso militar, esto sin mencionar Facebook y las otras redes sociales. “Intente tomar un avión de Miami a Kentwood, pero mi inglés era limitado” dijo Mariscal.

El único dato disponible era el número telefónico de quien habría de tenderle la mano y ser su anfitrión. Con la Sección Amarilla que encontró en una caseta de teléfono, recuerda haber ubicado el aeropuerto más próximo para volar desde Miami. Así, Mariscal llego a Grand Rapids en un autobús de la Greyhound proveniente de Chicago.

No batalló al encontrar hasta dos trabajos para poder traer a su esposa y a su hijo el pequeño Raul desde México, tres meses después. Joseph, su segundo hijo, nació en 1993. La familia continuó creciendo; Juan Carlos vino a este mundo en 1996, y el más pequeño, Gabriel nación en 1998.

Las oportunidades de empleo eran tan limitadas para Raúl como lo era su habilidad para hablar la segunda lengua con fluidez. A pesar de ello, los dueños de Olga’s Kitchen en Woodland Mall le tendieron la mano y pronto se convirtió en gerente. “Una de mis mayores satisfacciones fue abrir la tienda de RiverTown Crossings para Olga’s Kitchen en 2000” dijo Mariscal. “Yo entrené a todo el personal” comento el ahora empleado de confianza en  Crème and Curl Bakeries.

Además de sus dos trabajos, Mariscal también asistía a la escuela nocturna para aprender el idioma.

Como católico devoto, Mariscal y su familia comenzaron a asistir a la iglesia de San Jose Obrero, antes localizada justo en el corazón de nuestra comunidad. Después, su espíritu de buen samaritano lo llevo hasta la Catedral de San Andrés, donde aún es feligrés.

Comprometido con la comunidad

En la década del 2000, Mariscal se involucró con una organización de base que abogaba por los derechos de personas y familias en condición de vulnerabilidad. El Michigan Organizing Project promovía el acceso igualitario a los servicios médicos, al empleo, y a la vivienda digna, entre otros temas. Él tuvo la oportunidad de reunirse con los senadores Ted Kennedy y John McCain por aquellos días, para tratar temas migratorios como representante de dicha organización.

Ocasionalmente, Raúl se aliaba con otros líderes en las comunidades de base para recaudar fondos a favor de quienes no tenían para pagar las cuentas médicas, e incluso asistió en la repatriación de cadáveres a México para que sus familias pudieran darles santa sepultura.

“¡A mí me encanta el fútbol! Me dijo. Cuando sus hijos estaban en la secundaria y la preparatoria, Mariscal también la hizo de entrenador de los equipos en los que jugaban sus hijos.

El compromiso de Mariscal con nuestra comunidad podría parecer tan modesto porque lo platica así,  sin ánimos de vanagloriarse o darles mucha importancia. “En algún momento, incluso ayudé en tareas de alfabetización” platicó. “Hay un montón de recursos en la comunidad, pero uno también tiene que poner de su parte, no podemos esperar que trabaje todo como por arte de magia” enfatizó Raúl.

La Catedral de San Andrés fue una de las primeras iglesias que Programa Puente intervino en 2014.

“Las enfermeras de la iglesia nos toman la presión arterial, pero sentía como que algo faltaba y es cuando ustedes llegaron a ofrecer los exámenes de salud cardiovascular libres de costo” explicó. Mariscal es disciplinado cuando se trata de su control anual con su médico de cabecera y los de su familia. “Siempre he padecido de presión alta, es hereditario, pero ¿luego que hago? Ahí es que sus servicios son de utilidad para mí y los demás en la iglesia”.

Asuntos de familia

Actualmente, Raúl asiste al gimnasio los martes y los jueves con su hijo Juan Carlos quien también trabaja con él. Sus días son largos, porque entra a trabajar en la repostería mucho antes de que salga el sol. “Todo se puede si te conviertes en el cambio que deseas ver” explicó. “No puedes esperar a que un producto o servicio te cambie de un día para otro; necesitas poner de tu parte”.

“Quiero verme bien cuando sea mayor, mis hijos lo ven” indicó. Algunas veces el trabajo, y cuidar de Mila Rose (su nieta) cuando los padres están trabajando se vuelven prioridad. Y aun así, él hace el tiempo para llegar al gimnasio para hacer ejercicio al menos tres veces a la semana.

¿Cómo le haces Raúl?—Le pregunté. Luego de un breve silencio, me contesta “…hay que querer el cambio, se vuelve un estilo de vida”.

Raúl bebe su té verde tan pronto sale de su cama a las 4:00 A.M.

A las 9:00 A.M., come un desayuno ligero seguido de fruta y algo de proteína a eso del mediodía. Después viene la comida fuerte luego de que va al gimnasio a eso de las 3:30 P.M.

Raul drinks green tea as soon as he is out of bed at 4:00 a.m.

“No quiero padecer Alzheimer o Parkinson, me cuido más que nada por mi familia”.

La penúltima visita

Al llegar a su control clínico hace dos sábados, Raúl me saluda con amplia sonrisa y me muestra una foto del antes y después mientras lo estoy registrando.

“Comenzó con nosotros en septiembre de 2014 con un riesgo a las enfermedades cardiovasculares de ocho por ciento y prácticamente lo redujo a la mitad” comento la enfermera Gladys Picó. “Sus lípidos también mejoraron significativamente que, en el caso del LDL y los triglicéridos, la maquina no lee los valores, su índice de masa corporal es fantástico y también bajo de peso”.

Cuando le preguntan qué ha hecho diferente, Raúl dice a la enfermera que cuida mucho lo que come. “Leo mis etiquetas, ustedes me enseñaron como; ¡me cambiaron la vida! Contesta.

En un par de meses Raúl cumplirá 58, y en seis meses se graduará del Programa Puente.

Actualmente, Raúl y su familia, incluida su nuera Rachel—la orgullosa madre de Mila Rose—están por decidir a qué lugar en México volar para la reunión familiar anual. “Será padrísimo: primos, tíos, tíos-abuelos, abuelos, padres, sobrinos, en fin más de 150 personas” me dijo.

Ésta también será la primera vez que su familia conozca a la única nieta que tiene, por ahora.

Raúl, ¿qué se siente ser abuelo?—le pregunté para cerrar. Entonces, con el  corazón en los ojos me contestó: “Es mi vida…”.