Quino Mejía llego a Michigan en marzo con planes de vivir una vida saludable a la intemperie para cuidar la siembra en la granja Conklin.

En vez de eso, el trabajador migrante ha cumplido un mes en la unidad de cuidados intensivos progresivos en el Blodgett Hospital de Spectrum Health padeciendo COVID-19.

Mejía está lejos de su familia y como todos los pacientes que tienen COVID-19, no se le permiten las visitas. Ha sido un mes solitario para el residente hispanohablante de la Florida.

Batalla al respirar. Escucha a quienes lo atienden hablar un idioma que no entiende.

Nos relata a través de un intérprete de Spectrum Health que, primero notó que algo andaba raro con su salud a fines de julio, cuando saborear su comida ya más no podía.

“Otro síntoma que tenía era una sensación de calor en mi cuerpo” cuenta Mejía. “No tenía fiebre, solo sentía que algo se quemaba dentro de mí. Después comenzó una pequeña tos”.

Esa pequeña tos se convirtió en algo mayor. Le costaba respirar.

Batalló con los síntomas por años días. Deseaba concluir su semana laboral.

Pero cuando intentó bañarse después de su día en la granja, la cálida brisa lo hizo sentir que se sofocaba.

Cuando sus síntomas empeoraron el sábado 1 de agosto acudió a Butterworth Hospital de Spectrum Health.

Mejía no tiene ni idea de donde o cuando se infectó. Trabajo a la intemperie, sin cercanía alguna con otras personas.

“Solo estuve en una granja rodeada de árboles” comenta. “El dueño del campo estaba trabajando en la manzana y nosotros cubríamos la granja entera con las maquinas. Estábamos justo preparándonos para la cosecha”.

Mejia fue transferido de la sala de emergencia a Blodgett Hospital.

“Tosía tan pesado que perdía la respiración” recuerda. “Es importante que la demás gente entienda esto porque yo ni siquiera sabia que esta enfermedad existía. Pensé que se me pasaría, pero no fue así. Me asusté mucho”.

Mejía aun recibe oxigenoterapia después de varias semanas y se siente frustrado porque no puede caminar distancias cortas al baño por cuenta propia. Su cuerpo se ha debilitado debido al virus. Mejía también sufrió una recaída recientemente cuando sus niveles de oxígeno cayeron drásticamente cuando intentaba bañarse.

“No puedo narrarlo todo porque me agito” relata Mejía sobre su lucha con el virus. “No puedo valerme por mi mismo”.

Sin embargo, Mejía se anima al ver que, día con día, se recupera lentamente.

“Cuando me internaron aquí tenía demasiada tos y ha ido mejorando poquito a poco” cuenta. “Aun la tengo, pero ahora es mas ligera”.

Mejía pretende regresar a la Florida después de ser dado de alta del hospital. Él espera reunirse pronto con sus hijos ya adultos.

Al principio de la estancia de Mejía en la unidad de cuidados intensivos de Blodgett, la enfermera Asia Mulrain, comenzó a tratarlo porque ella es de la Republica Dominicana y habla con fluidez el inglés y el español.

La enfermera gerente de la unidad de cuidados intensivos progresivos, Audra Nelson-Arnett, cree que tener a Mulrain atendiendo en un idioma familiar ayuda a calmar a Mejía.

“Eso fue de extrema ayuda” dijo Nelson-Arnett. “Imagínate estar en el hospital, con un virus pandémico, sin que se ter permitan las visitas, y no poder conversar con el personal que te esta atendiendo porque no entiendes el idioma que se habla alrededor tuyo. Qué aterrador seria. Yo supondría que una enfermera que habla español, marcaria una gran diferencia”.

El dominio del español de Mulrain le ha permitido compartir varias conversaciones que le han permitido conocer a Mejía y a otros pacientes que padecen la COVID-19. Ella puede sostener ese tipo de conversación casual y amistosa que ocurre en interacciones normales de la enfermería.

“Para algunas personas, pasa rápido—estás en el hospital, y luego te recuperas en casa” indica Mulrain. “Pero hay pacientes como él (cuyas situaciones médicas) se han tornado más severas. Él está medio solo en su cuarto. Al sentirte solo necesitas gente”.

Mulrain dice que puede entenderlo. Ella tuvo a un miembro cercano de su familia que batalla con el virus.

Ella cuenta que luego de casi seis meses de atender a pacientes que padecen la COVID-19, existe aún una sensación de intranquilidad.

“Cuando todo esto comenzó a afectarnos, escuchabas sobre lo que ocurría alrededor del mundo y en la Ciudad de Nueva York y nos preguntábamos cómo iba a ocurrir aquí dice Mulrain. “Tan solo ‘no podre trabajar’ es difícil. En la mayoría de las cosas, tu sabes que hay un resultado esperado o un tratamiento. Ignorar tan solo a dónde vas te hace sentir incomoda. Por un tiempo, fue un poquito desafiante con tanta gente enfermándose. Se ha calmado un poco”.

Mejía dice estar agradecido con Mulrain y el resto del equipo en Blodgett Hospital e invita a otros a no bajar la guardia ante el peligro de la COVID-19.

Él anhela regresar a casa con su familia, pero por ahora, el hospital es su casa. Y espera que nadie más se mude con ás se mude con él.

“No ignorar las advertencias de la gente que sabe de esto—como los doctores u otra gente que ha padecido la enfermedad—porque esto no es un juego” indica Mejía. “Espero encuentren una vacuna pronto para que no haya mucha mortalidad. Cuando vas al hospital como yo, no sabes si la vas a librar con vida. Pero me siento mejor estos últimos días. He mejorado mucho”.